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Sumos Pontífices

Benedicto XVI 

Muerte 

 

AÑO 2005 

NOVIEMBRE

*Para quien vive en Cristo, la muerte es el paso de la peregrinación terrena a la patria del cielo, donde el Padre acoge a todos sus hijos (Ángelus, 1 de noviembre). 

*Iluminados por la fe, contemplamos el enigma humano de la muerte con serenidad y esperanza. Según la Escritura, más que un final, es un nuevo nacimiento, es el paso obligado a través del cual podemos llegar a la vida plena los que conforman su vida terrena según las indicaciones de la palabra de Dios (Audiencia, 2 de noviembre). 

AÑO 2006 

OCTUBRE

*Ante el silencio de la muerte, al desvanecerse las expectativas humanas, sentimos viva la esperanza cristiana, que, más allá de las apariencias, descubre el amor de Dios, fiel a sus promesas (Homilía, 16 de octubre). 

NOVIEMBRE

*Meditar sobre la realidad de la muerte, que la así llamada “civilización del bienestar” a menudo trata de borrar de la conciencia de la gente, totalmente inmersa en las preocupaciones de la vida diaria (Ángelus, 5 de noviembre). 

*En realidad, el morir forma parte del vivir, y esto no sólo al final, sino, si se considera bien, en cada instante (Ángelus, 5 de noviembre). 

*Jesús revolucionó el sentido de la muerte. Lo hizo con su enseñanza, pero sobre todo afrontando él mismo la muerte (Ángelus, 5 de noviembre). 

*Si en Cristo la vida humana es “paso de esta mundo al Padre”, la hora de la muerte es el momento en el que este paso se realiza de modo concreto y definitivo (Ángelus, 5 de noviembre). 

*Quien se compromete a vivir como él, es liberado del temor de la muerte (Ángelus, 5 de noviembre).

*Quien muere en pecado mortal, sin arrepentimiento, encerrado en el rechazo orgulloso del amor de Dios, se excluye a sí mismo del reino de la vida (Ángelus, 5 de noviembre). 

AÑO 2007 

ABRIL

*Tanto antes como después de la muerte estamos con Cristo y por esto, desde aquel momento del Bautismo en adelante, la muerte ya no es un verdadero confín (Homilía, 7 de abril). 

NOVIEMBRE

*En la oración por los difuntos, es consolador y saludable meditar en la confianza de Jesús con su Padre y así dejarse envolver por la luz serena de este abandono total del Hijo a la voluntad de su “Abbá” (Homilía, 5 de noviembre). 

*La muerte que es tránsito hacia el abrazo del Padre celestial, lleno de ternura y misericordia (Discurso, 17 de noviembre). 

DICIEMBRE

*La muerte es una experiencia a la que todo ser humano está llamado, y para la cual debe estar preparado (Mensaje, 8 de diciembre). 

 AÑO 2008 

FEBRERO 

*Con la muerte se concluye la experiencia terrena, pero a través de la muerte se abre también para cada uno de nosotros, más allá del tiempo, la vida plena y definitiva (Discurso, 25 de febrero). 

MARZO

*Al encontrar a Cristo, entramos en contacto, más aún, en comunión con la vida misma y ya hemos cruzado el umbral de la muerte, porque estamos en contacto, más allá de la vida biológica, con la vida verdadera (Homilía, 9 de marzo). 

ABRIL

*La muerte no tiene la última palabra; no es el fin de todo, sino que redimida por el sacrificio de la cruz, puede ser ya el paso a la alegría de la vida sin fin (Homilía, 23 de abril). 

*Si aceptamos morir a nuestro egoísmo, si no nos cerramos en nosotros mismos y hacemos de nuestra vida un don a Dios y a los hermanos, también nosotros podremos reconocer la rica fecundidad del amor. Y el amor no muere (Homilía, 23 de abril). 

AGOSTO

*Nuestro morir no es el final, sino el ingreso en la vida que no conoce la muerte. Nuestro ocaso en el horizonte de este mundo es un resurgir a la aurora del mundo nuevo, del día eterno (Homilía, 15 de agosto). 

NOVIEMBRE

*Es muy importante que los cristianos vivamos la relación con los difuntos en la verdad de la fe, y miremos la muerte y el más allá a la luz de la Revelación (Ángelus, 2 de noviembre). 

*También hoy es necesario evangelizar la realidad de la muerte y de la vida eterna, realidades particularmente sujetas a creencias supersticiosas y sincretismos, para que la verdad cristiana no corra el riesgo de mezclarse con mitologías de diferentes tipos (Ángelus, 2 de noviembre). 

*Renovemos la esperanza en la vida eterna fundada realmente en la muerte y resurrección de Cristo (Ángelus, 2 de noviembre). 

*“He resucitado y ahora estoy siempre contigo”, nos dice el Señor, y mi mano te sostiene. Donde quiera que puedas caer, caerás entre mis manos, y estaré presente incluso a las puertas de la muerte. A donde ya nadie puede acompañarte y a donde no puedes llevar nada, allí te espero para transformar para ti las tinieblas en luz (Ángelus, 2 de noviembre). 

*El momento de las exequias constituye una ocasión importante para anunciar el Evangelio de la esperanza y manifestar la maternidad de la Iglesia (Mensaje, 4 de noviembre). 

AÑO 2010 

FEBRERO 

*La Palabra de Dios nos recuerda nuestra fragilidad, más aún, nuestra muerte, que es su forma extrema (Audiencia, 17 de febrero). 

*Frente al miedo innato del fin, y más aún en el contexto de una cultura que de muchas maneras tiende a censurar la realidad y la experiencia humana de la muerte, la liturgia cuaresmal, por un lado, nos recuerda la muerte invitándonos al realismo y a la sabiduría; pero, por otro, nos impulsa sobre todo a captar y a vivir la novedad inesperada que la fe cristiana irradia en la realidad de la muerte misma (Audiencia, de febrero). 

*El hombre es polvo y al polvo volverá, pero a los ojos de Dios es polvo precioso, porque Dios ha creado al hombre destinándolo a la inmortalidad (Audiencia, 17 de febrero). 

AGOSTO

*El cristianismo no anuncia sólo una cierta salvación del alma en un impreciso más allá, en el que todo lo que en este mundo nos fue precioso y querido sería borrado, sino que promete la vida eterna, “la vida del mundo futuro”: nada de lo que para nosotros es valioso y querido se corromperá, sino que encontrará plenitud en Dios (Homilía, 15 de agosto). 

NOVIEMBRE

*La solemnidad de Todos los Santos,  nos invita a elevar la mirada al cielo y a meditar en la plenitud de la vida divina que nos espera (Ángelus, 1 de noviembre).

*La muerte cristiana forma parte del camino de asemejarnos a Dios y que desaparecerá cuando Dios será todo en todos (Ángelus, 1 de noviembre).

*Ciertamente, la separación de los afectos terrenos es dolorosa, pero no debemos temerla, porque cuando va acompañada por la oración de sufragio de la Iglesia no puede romper los profundos vínculos que nos unen en Cristo (Ángelus, 1 de noviembre).

*La eternidad no es un continuo sucederse de días del calendario, sino algo así como el momento pleno de satisfacción, en el cual la totalidad nos abraza y nosotros abrazamos la totalidad del ser, de la verdad, del amor (Ángelus, 1 de noviembre).

*La comunión con Cristo en esta vida nos prepara a cruzar la frontera de la muerte, para vivir sin fin en él (Mensaje, 4 de noviembre). 

*La fe en la resurrección de los muertos y la esperanza en la vida eterna abren nuestra mirada al sentido último de nuestra existencia: Dios ha creado al hombre para la resurrección y para la vida, y esta verdad da la dimensión auténtica y definitiva a la historia de los hombres, a su existencia personal y a su vida social, a la cultura, a la política, a la economía (Mensaje, 4 de noviembre).  

AÑO 2011

NOVIEMBRE

*El camino de la muerte, en realidad, es una senda de esperanza (Audiencia, 2 de noviembre).

*Tenemos miedo ante la muerte porque tenemos miedo a la nada, a este partir hacia algo que no conocemos, que ignoramos. Y entonces hay en nosotros un sentido de rechazo pues no podemos aceptar que todo lo bello y grande realizado durante toda una vida se borre improvisamente, que caiga en el abismo de la nada. Sobre todo sentimos que el amor requiere y pide eternidad, y no se puede aceptar que la muerte lo destruya en un momento (Audiencia, 2 de noviembre).

*Hoy el mundo se ha vuelto, al menos aparentemente, mucho más racional; o mejor, se ha difundido la tendencia a pensar que toda realidad se deba afrontar con los criterios de la ciencia experimental, y que incluso a la gran cuestión de la muerte se deba responder no tanto con la fe, cuanto partiendo de conocimientos experimentales, empíricos (Audiencia, 2 de noviembre).

*Solamente quien puede reconocer una gran esperanza en la muerte, puede también vivir una vida a partir de la esperanza (Audiencia, 2 de noviembre).

*Dios se manifestó verdaderamente, se hizo accesible, amó tanto al mundo «que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna» [Jn 3, 16], y en el supremo acto de amor de la cruz, sumergiéndose en el abismo de la muerte, la venció, resucitó y nos abrió también a nosotros las puertas de la eternidad (Audiencia, 2 de noviembre).

*Cristo nos sostiene a través de la noche de la muerte que él mismo cruzó; él es el Buen Pastor, a cuya guía nos podemos confiar sin ningún miedo, porque él conoce bien el camino, incluso a través de la oscuridad (Audiencia, 2 de noviembre).

*La fe en la vida eterna da al cristiano la valentía de amar aún más intensamente nuestra tierra y de trabajar por construirle un futuro, por darle una esperanza verdadera y firme (Audiencia, 2 de noviembre).

*También nosotros, ante la muerte, no podemos menos de experimentar los sentimientos y los pensamientos que brotan de nuestra condición humana. Y siempre nos sorprende y nos supera un Dios que se hace tan cercano a nosotros que no se detiene ni siquiera ante el abismo de la muerte, más aún, que lo atraviesa, permaneciendo durante dos días en el sepulcro (Homilía, 3 de noviembre).

*Cristo asume hasta las últimas consecuencias nuestra carne mortal a fin de que sea revestida del poder glorioso de Dios, por el viento del Espíritu vivificante, que la transforma y la regenera (Homilía, 3 de noviembre).

*La muerte de Cristo es fuente de vida, porque en ella Dios ha volcado todo su amor (Homilía, 3 de noviembre).

*El abismo de la muerte es colmado por otro abismo, aún más grande, el abismo del amor de Dios, de modo que la muerte ya no tiene ningún poder sobre Jesucristo [cf. Rm 8, 9], ni sobre aquellos que, por la fe y el Bautismo, son asociados a él: «Si hemos muerto con Cristo —dice san Pablo— creemos que también viviremos con él» [Rm 6, 8] (Homilía, 3 de noviembre).

*Aprovechar la vida mortal para realizar obras de misericordia es verdadera sabiduría, porque, después de la muerte, eso ya no será posible. Cuando nos despierten para el juicio final, este se realizará según el amor practicado en la vida terrena [cf. Mt 25, 31-46]. Y este amor es don de Cristo, derramado en nosotros por el Espíritu Santo (Angelus, 11 de noviembre).

  *La Palabra de Dios nos advierte de la precariedad de la existencia terrena y nos invita a vivirla como una peregrinación, teniendo la mirada fija en la meta, en aquel Dios que nos ha creado y, dado que nos ha hecho para sí,  es nuestro destino último y el sentido de nuestra vida. Paso obligado para llegar a esa realidad definitiva es la muerte, seguida del juicio final (Angelus, 13 de noviembre).

AÑO 2012 

NOVIEMBRE

*¿Cómo respondemos los cristianos a la cuestión de la muerte? Respondemos con la fe en Dios, con una mirada de sólida esperanza que se funda en la muerte y resurrección de Jesucristo. Entonces la muerte se abre a la vida, a la vida eterna, que no es un infinito duplicado del tiempo presente, sino algo completamente nuevo (Homilía, 3 de noviembre).

*La fe nos dice que la verdadera inmortalidad a la que aspiramos no es una idea, un concepto, sino una relación de comunión plena con el Dios vivo: es estar en sus manos, en su amor, y transformarnos en Él en una sola cosa con todos los hermanos y hermanas que Él ha creado y redimido, con toda la creación (Homilía, 3 de noviembre).

*Esta es la vida que alcanza su plenitud: la vida en Dios; una vida que ahora sólo podemos entrever como se vislumbra el cielo sereno a través de la bruma (Homilía, 3 de noviembre).

Recopilados por: P. Mariano Esteban Caro